En la pasada huelga hubo quienes se quejaron de que pusimos trabas al
ejercicio de su derecho al trabajo en los diferentes piquetes que
realizamos.
Ante todo nos gustaría llamar a las cosas por su nombre y decir las cosas claras. Tú, al igual que nosotros/as, vas a trabajar porque tienes que comer todos los días, pagar la vivienda, el coche, la tele, etc. En definitiva, un día cualquiera vamos a trabajar no porque ejerzamos nuestro derecho al trabajo sino porque nos vemos obligados a ello para poder vivir.
Trabajar es una necesidad, no un derecho. Todos/as tenemos derecho a satisfacer nuestras necesidades, pero trabajar de forma asalariada es una imposición y no una manera justa en la que muchos/as creemos que debería organizarse el trabajo.
Hay numerosos motivos para que no fueses a la huelga: miedo a perder el empleo, crítica a los sindicatos vende obreros, no perder el sueldo de un día. Todas ellas muy legítimas pero, ¿por qué los piquetes se enfadaron tanto con los que optaron por estos motivos? Primero recordemos qué es una huelga. Una huelga es la última opción de lucha de los/as trabajadores/as asalariados/as cuando el resto de opciones se han agotado; la organización en el centro de trabajo, la realización de asambleas para determinar qué es lo queremos y cómo podemos defender juntos/as nuestros derechos, es algo esencial para empezar a organizarnos entre iguales sin liberados/as ni comités de empresa que decidan por nosotros/as.
Un trabajador asalariado es el que vende su tiempo y su capacidad de trabajo a un tercero a cambio de una compensación económica. Para que el tercero tenga interés en comprar este trabajo, ha de sacar un beneficio. La diferencia entre lo que el asalariado recibe y el valor al que se vende lo que produce, se llama plusvalía y es lo que se queda el dueño de tu empresa. Esa plusvalía es la que paga las oficinas o la fábrica donde trabajas, el sueldo de toda la estructura jerárquica y burocrática (su trabajo no es directamente vendible) y los lujos personales de todos ellos. Todo eso sale directamente de tu trabajo.
Hay un indudable conflicto de intereses en la medida en la que cuantos más lujos tengan ellos, teniendo en cuenta que estos salen de tu sueldo, menos tendrás tú.
Es posible que estés conforme con la parte que te dan de lo que generas, con las condiciones que tienes actualmente e incluso que creas que los pequeños lujos que vas pagando a plazos no merecen ponerse en juego por un día que, a fin de cuentas, “no cambiará nada”. Ahora piensa en tus compañeros/as, en tus hijos/as, en tus amigos/as: ¿cuántos están en paro?, ¿cuántos están expuestos a un despido inminente?, ¿qué crees que pasará contigo cuando envejezcas, tu salud se deteriore y tengas que faltar más al trabajo?, ¿seguirás defendiendo entonces la tan cacareada flexibilidad laboral?
No se lucha sólo por egoísmo personal, sino en solidaridad ante unas reclamaciones justas. Es claramente injusto que haya 5 millones de personas a las que se les niegue la posibilidad de trabajar, mientras que el resto está echando horas extra. Es claramente injusto que mientras tenemos que hipotecarnos por 30 años para pagar una casa, el gobierno pague con nuestros impuestos el sueldo desmesurado de los directivos bancarios que han quebrado el país.
Si nos enfadamos, compañero/a, es porque el 29M preferiste pan para hoy y hambre para mañana. Preferiste dejar ganar a tu miedo a perder el trabajo en vez de intentar construir un mundo nuevo. Recuerda que con tu decisión de ir a trabajar en un día de huelga no sólo decides por ti, decides por mí y por todos/as. Piensa en las condiciones de la época de tus padres, y piensa las que hay ahora. Ahora piensa en las que quieres para mañana y vence tu miedo.
Teniendo todo esto en cuenta, ¿sigues pensando que ir a trabajar es la mejor opción para los/as trabajadores/as en un día de huelga?
Sección de Teleco. y Servicios Informáticos de Madrid
informaticamadrid.cnt.es
Ante todo nos gustaría llamar a las cosas por su nombre y decir las cosas claras. Tú, al igual que nosotros/as, vas a trabajar porque tienes que comer todos los días, pagar la vivienda, el coche, la tele, etc. En definitiva, un día cualquiera vamos a trabajar no porque ejerzamos nuestro derecho al trabajo sino porque nos vemos obligados a ello para poder vivir.
Trabajar es una necesidad, no un derecho. Todos/as tenemos derecho a satisfacer nuestras necesidades, pero trabajar de forma asalariada es una imposición y no una manera justa en la que muchos/as creemos que debería organizarse el trabajo.
Hay numerosos motivos para que no fueses a la huelga: miedo a perder el empleo, crítica a los sindicatos vende obreros, no perder el sueldo de un día. Todas ellas muy legítimas pero, ¿por qué los piquetes se enfadaron tanto con los que optaron por estos motivos? Primero recordemos qué es una huelga. Una huelga es la última opción de lucha de los/as trabajadores/as asalariados/as cuando el resto de opciones se han agotado; la organización en el centro de trabajo, la realización de asambleas para determinar qué es lo queremos y cómo podemos defender juntos/as nuestros derechos, es algo esencial para empezar a organizarnos entre iguales sin liberados/as ni comités de empresa que decidan por nosotros/as.
Un trabajador asalariado es el que vende su tiempo y su capacidad de trabajo a un tercero a cambio de una compensación económica. Para que el tercero tenga interés en comprar este trabajo, ha de sacar un beneficio. La diferencia entre lo que el asalariado recibe y el valor al que se vende lo que produce, se llama plusvalía y es lo que se queda el dueño de tu empresa. Esa plusvalía es la que paga las oficinas o la fábrica donde trabajas, el sueldo de toda la estructura jerárquica y burocrática (su trabajo no es directamente vendible) y los lujos personales de todos ellos. Todo eso sale directamente de tu trabajo.
Hay un indudable conflicto de intereses en la medida en la que cuantos más lujos tengan ellos, teniendo en cuenta que estos salen de tu sueldo, menos tendrás tú.
Es posible que estés conforme con la parte que te dan de lo que generas, con las condiciones que tienes actualmente e incluso que creas que los pequeños lujos que vas pagando a plazos no merecen ponerse en juego por un día que, a fin de cuentas, “no cambiará nada”. Ahora piensa en tus compañeros/as, en tus hijos/as, en tus amigos/as: ¿cuántos están en paro?, ¿cuántos están expuestos a un despido inminente?, ¿qué crees que pasará contigo cuando envejezcas, tu salud se deteriore y tengas que faltar más al trabajo?, ¿seguirás defendiendo entonces la tan cacareada flexibilidad laboral?
No se lucha sólo por egoísmo personal, sino en solidaridad ante unas reclamaciones justas. Es claramente injusto que haya 5 millones de personas a las que se les niegue la posibilidad de trabajar, mientras que el resto está echando horas extra. Es claramente injusto que mientras tenemos que hipotecarnos por 30 años para pagar una casa, el gobierno pague con nuestros impuestos el sueldo desmesurado de los directivos bancarios que han quebrado el país.
Si nos enfadamos, compañero/a, es porque el 29M preferiste pan para hoy y hambre para mañana. Preferiste dejar ganar a tu miedo a perder el trabajo en vez de intentar construir un mundo nuevo. Recuerda que con tu decisión de ir a trabajar en un día de huelga no sólo decides por ti, decides por mí y por todos/as. Piensa en las condiciones de la época de tus padres, y piensa las que hay ahora. Ahora piensa en las que quieres para mañana y vence tu miedo.
Teniendo todo esto en cuenta, ¿sigues pensando que ir a trabajar es la mejor opción para los/as trabajadores/as en un día de huelga?
Sección de Teleco. y Servicios Informáticos de Madrid
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