Cuatros meses no ha creado una rebelión en el parlimento. Ni lo
esperabamos. Ayer se aprobó la flamante reforma laboral del PP la cual
libera al empresario de cualquier incomodidad a la hora de deshacerse de
sus trabajadores, y de hacer con ellos lo que él considere. Una reforma
laboral que destruye y no crea. Destruye a cualquier vestigio de empleo
digno que nos quedaba en este país.
Con el sindicalismo oficial desmantelado (incapaz de forzar ningún
cambio a la ley en este tiempo) y directamente vinculado al problema a
traves de sus subvenciones que le ata las manos y le cierra la boca a la
hora de levantar la voz, y los trabajadores asustados por un paro
presente o inminente, el gobierno casi no ha tenido ni protestas en el
momento de aprobar, formalmente, su decreto.
Han hecho caso omiso de la huelga general del 29 de marzo, seguida
masivamente y convocada, entre otros, por este sindicato. Han hecho caso
omiso de las numerosas y multidinarias protestas en la calle. Han hecho
caso omiso de la voz del pueblo, de la gente que trabaja, de los de a
pie, de la tienda, de los estudiantes, de los profesores, de los
bomberos, de los mineros, de los médicos, los trabajdores sociales, o
sea, han pasado de casi todos. De todos nosotros que hacemos que
funcione esta sociedad, las personas de verdad, las que ves y ves lo que
hacen, lo que hacemos.
Nuestra voz, nuestra protesta, en la calle y sin tapaduras ha sido
ignorada. El PP ha tenido cuatromeses para añadir once enmiendas
(¡once!) a su propio decreto. Sin el más mínimo problema. Todas
aprobadas.
Hoy y ahora más que nunca los trabajadores tenemos que organizarnos, y
organizarnos fuera del sistema cíclico que se retroalimenta, como un
partido de badminton, con los de la oposición (llámase PSOE, llámase
CC.OO/UGT) y el gobierno, que cada cuatro o ocho años cambia de lado
pero nunca de pista, envueltos en un partido con la CEOE de público en
un lado, los ricos en otro, y la clase media poniendo cervezas en el bar
donde lo emitan. La CNT está harta de tomar esas cañas de engaño, y
sale a la calle.
Al decirles que no, al rechazar su partido, tenemos que también
adoptar estrategias y tácticas fuera de su juego. Sabemos que el bloque
político firma sin pestañear lo que les ponen enfrente. La CNT no firma.
No pone la mano. Y no acepta ese ataque feroz a los derechos adquiridos
después de años de lucha como la nota de prensa casi olvidada en la
página 30 del periódico. Son nuestras vidas que están en juego, no un
partido en un palacio, y estamos dispuestos a luchar por ellas. En las
calles y en los tajos, la CNT rechaza esta reforma laboral y nos vamos a
hacer oir.
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