3.03.2012
OTRO CRIMEN DE LAS PATRONALES Y EL ESTADO EN EL FERROCARRIL
Las tragedias no deben utilizarse para especular ni política ni
económicamente, pero deben servir para depurar responsabilidades.
Pasaron varios días desde el siniestro ferroviario en Once y pareciera
que todavía falta un chispazo para que salte la bronca.
Más de cincuenta trabajadores muertos y unos setecientos heridos con
impunidad indignante.
Indignante es también una burda sospecha aprovechando la confusión
inicial que apuntó a romper el hilo por su parte más delgada: un error
humano del conductor, un trabajador víctima igual que los otros cientos
que encontraron la muerte, al que se intentaba vergonzosamente lapidar
para pasar de puntillas sobre los verdaderos responsables.
Empezará estos días la danza de acusaciones, investigaciones y
citaciones de la justicia. Los próximos meses, los medios nos
bombardearán con datos tan relevantes como las últimas comunicaciones
de celular de la novia de uno de los pasajeros o la vida privada de cada
víctima. Es posible que se cree hasta una comisión parlamentaria
investigadora, que se interpele a algún ministro y que haya reacciones
populares espontáneas exigiendo “que se vayan todos”. Una burbuja
mediática que se deleitará en el morbo hasta que los hechos se
enfríen y se pueda pasar página obviando blanquear las culpas.
El accidente ferroviario del Sarmiento pone en evidencia, una vez más,
los mecanismos instalados en los 90 con la lógica de rentabilidad, la
misma que trata a los trabajadores como ganado, que ahorra en
mantenimiento y calidad de servicio y que sigue lucrando con mano de
obra precarizada.
Se suma a la desidia patronal, la de su cómplice el Estado que, lejos
de supervisar el material en uso, mira hacia otro lado potenciando la
mafia corrupta de las concesiones, como miran hacia otro lado los
líderes sindicales cuando los trabajadores del Tren Buenos Aires
(T.B.A), que llevaban meses avisando de la posibilidad de una tragedia,
denuncian la falta de mantenimiento, la nula inversión y hasta el robo
de rieles. Los trabajadores de base, los que día a día dejan la piel
en su puesto de trabajo, saben mejor que nadie la realidad que azota al
ferrocarril, pero claro, escucharlos implicaría renunciar al botín que
gustosamente se reparten patronal, sindicato y políticos.
Por último, el “accidente” de Once hace palpable la avaricia
capitalista que impone una centralización extrema en la región, que
empobrece el interior y que colapsa Buenos Aires. La población subsidia
a empresas localizadas en el área metropolitana de Capital Federal y
millones de personas viajan diariamente hacinadas, en pésimas
condiciones y con costos económicos y sanitarios aberrantes, a cumplir
con sus obligaciones laborales. Para el sistema, las personas
únicamente somos mercancía.
Sólo con la lucha organizada en la protesta, en nuestros puestos de
trabajo y en la denuncia y la acción directa contra el sistema de
transporte inhumano al que nos somete la patronal concesionaria y el
Estado, con la complicidad de la burocracia sindical, podremos evitar en
el futuro cercano otro crimen semejante. Sólo así podremos evitar que
estos asesinos nos sigan matando. Asesinos que, lógicamente, nunca
serán juzgados como terroristas (qué es lo que realmente son) bajo los
preceptos de la nueva ley que defienden, porque ellos son los que hacen
las leyes y se llevan el dinero, mientras echan lágrimas de cocodrilo
cuando matan a los trabajadores.
CONSEJO FEDERAL
FORA (adherida a la AIT)
fora-ait.com.ar
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