Los ejércitos, ejecutores del monopolio de la violencia (legitimada por ellos mismos) que ejercen los Estados, encarnan, junto al resto de fuerzas represivas, la esencia de conceptos tan arraigados en nuestras sociedades de hoy como son el nacionalismo, la jerarquía, la obediencia y la sumisión. Nociones claves en la construcción de los sistemas de dominación de todo pelaje que asolan nuestra actual existencia y que cimentan a su vez estructuras que posibilitan la autoesclavización de las masas.
Estos eventos de exaltación patriótica, pretenden camuflar el problema de fondo (la lucha de clases), uniendo a las personas alrededor de ideas segregadoras y rezumantes de odio como son el nacionalismo, la patria y demás abstracciones burguesas.
Desde que acabó la Guerra Fría y a falta de un nuevo enemigo, los ejércitos buscan justificarse con el discurso humanitario, lo cual no deja de ser una paradoja al estar integrados por personas uniformadas, entrenadas y armadas para la guerra. Este pretendido lavado de cara lo constata el hecho de que las distintas formas de publicidad de las Fuerzas Armadas superan los 18 millones de euros de presupuesto al año.
Por otra parte, desde hace unos meses en el Estado español, los militares tienen la consideración de agentes de la autoridad, lo que significa que los ciudadanos están obligados a seguir sus instrucciones y que se castigará con especial rigor a quienes les desobedezcan, se resistan a sus mandatos o les agredan verbal o físicamente. Un decreto que ha pasado totalmente desapercibido para la población.
Es por esto que desde la Anarcosindical nos oponemos frontalmente a semejante esperpento, animando al pueblo trabajador a liberarse del yugo que nos imponen los que gobiernan nuestras vidas a través del miedo, el control planificado y la represión a todos los niveles.
Contra el Estado y todas sus formas de
violencia:
¡FUERA LOS EJÉRCITOS DE NUESTRAS CALLES!
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