El sistema capitalista, esa bestia pétrea y obstinada de iniquidades basada en la explotación del hombre por el hombre, siempre ha sabido afrontar las circunstancias más desfavorables para su leitmotiv y, desde sus años gloriosos, la crisis de rentabilidad en su seno ha generado una serie de mutaciones sociales cuyos resultados aún son difíciles de vislumbrar. La grave crisis financiera de los últimos años, que no es otra cosa que la acentuación de las diferencias sociales de un sistema en crisis permanente, es parte de esas fluctuaciones que sirven de excusa para transformar el modelo de relaciones sociales en detrimento de la clase trabajadora, a la par que se incrementan los mecanismos de control y explotación del ser humano en beneficio de la clase que ostenta el poder. No obstante, el modelo de descentralización productiva ha permitido poco a poco ir solventando la disminución de la tasa de rentabilidad de las actividades productivas que se produjo en los años setenta.
Uno de los pilares de dicho modelo, aunque estrechamente unido y dependiente de sus otros pilares (subcontratación, deslocalización, reestructuración empresarial, trabajo para-subordinado y flexibilización de la prestación laboral), es la cesión de trabajadores por medio de las empresas legalizadas para dicho fin, las conocidas Empresas de Trabajo Temporal (ETT). Si bien es cierto que el prestamismo laboral siempre estuvo prohibido, incluyéndose en los acuerdos de la OIT, a raíz de la precarización del trabajo implementada por el postfordismo, la cesión de trabajadores se ha generalizado de manera galopante. En la Europa de los 27, según cifras oficiales de 2010, la contratación de este tipo representa cerca de un 15%, estando a la cabeza Polonia con un 28%, seguida por España y Portugal con un 26% y 23% respectivamente. En Holanda, Alemania y Reino Unido, países con el mayor número de empresas de trabajo temporal de Europa, el 18%, 15% y 6%, respectivamente, de los contratos son temporales. Asimismo, en Alemania, la tasa de penetración de las ETT en la industria representa un 30%, mientras que en España alcanza la desorbitante cifra del 77%. A todo ello hay que añadir que su porcentaje de penetración sigue en aumento en todos los sectores de producción y su cuota de participación en los entes públicos de empleo es cada vez mayor (véase, por ejemplo, la última reforma laboral en España, en la que las ETT han conseguido, entre otras cosas, trabajar conjuntamente con el Servicio Público de Empleo y entrar en sectores productivos anteriormente vedados por su peligrosidad).
Un paradigma de ETT que recientemente ha saltado a la palestra es OTTO Workforce. OTTO es la transnacional de colocación más grande de Europa con oficinas en el Reino Unido, Holanda, Eslovaquia, Chequia y, sobre todo, en Polonia. Esta empresa, desde sus comienzos, se ha centrado en el mercado laboral de la Europa del Este, y actualmente contrata a decenas de miles de trabajadores polacos, checos y eslovacos para realizar trabajos en el Reino Unido, Alemania y Holanda. No es, por tanto, casual que en 2010 la empresa adquiriera las ETT Olympia en Alemania y Polonia, lo que forma parte de su estrategia de expansión hacia mercados con un alto número de trabajadores de la Europa del Este, como es el caso de Alemania. Si bien es cierto que OTTO apenas se diferencia de otras ETT en cuanto a prácticas gerenciales se refiere, lo cierto es que su modelo es un claro ejemplo de precariedad laboral e impunidad empresarial, siendo una suerte de laboratorio de continuas agresiones y prácticas anti-obreras.
En febrero de 2011, varios trabajadores organizados en los sindicatos Związek Syndykalistów Polski (ZSP) [Unión Polaca de Sindicalistas] y Priama Akcia (PA) [Acción Directa], secciones polaca y eslovaca de la Asociación Internacional de los Trabajadores (AIT), iniciaron una campaña de denuncia pública contra OTTO para exigir el cese inmediato de sus abusos, entre ellos el impago de los salarios y el habitual despido, a modo de represión sindical, en este tipo de empresas.
Según reza en su página web, “OTTO Workforce es especialmente conocida por su exhaustivos métodos de selección y contratación de personal, una buena estructura de ayuda a sus empleados, un adecuado sistema de pago, transporte disponible para ir y venir del trabajo, supervisión del lugar de trabajo, un buen alojamiento y ayudas sociales.
En los Países Bajos los empleados temporales de OTTO Workforce son alojados en instalaciones a gran escala – parque de bungalós, hoteles y bloques de apartamentos”.
Interpretando correctamente las palabras de OTTO, esto quiere decir que sus trabajadores contratados en origen y, por tanto, con pocas probabilidades de defenderse en un país extraño, una vez en suelo holandés, pasarán a sufrir un régimen de control absoluto en el que cualquier protesta se salda con una sanción económica o un simple despido sin compensación alguna. En la mayoría de los casos, los trabajadores realizan trabajos muy distintos a los idílicos empleos ofertados por OTTO. Se les prometen 40 horas semanales durante un período específico, pero durante días e incluso semanas no hay trabajo. Paradójicamente, cuando tienen trabajo, se realizan jornadas brutales de 11 a 12 horas diarias. Por otra parte, el retraso en los pagos es la tónica habitual, además de no tener vacaciones remuneradas o derecho a días de baja, a pesar de que se les descuenta de sus nóminas las primas por el seguro médico. Un “buen alojamiento” se traduce en barracas hacinadas de trabajadores, cada uno de ellos pagando el mismo precio que pagarían por un piso de dos habitaciones. El contrato laboral con OTTO “obliga al empleado a usar los alojamientos de la compañía”. Lo que OTTO tampoco dice de sus “bloques de apartamentos” de ensueño es que muchos de ellos tienen problemas de habitabilidad. A todo ello hay que añadir la denigrante y arbitraria lista de multas económicas para los trabajadores. En sus contratos laborales se incluyen cláusulas que recogen estas sanciones: 1000 euros por “no cumplir las condiciones del contrato”; 1000 euros por no respetar la cláusula de “confidencialidad” sobre las condiciones laborales impuestas por OTTO; y 500 euros por finalizar el trabajo antes de que termine el contrato. Cogerse días de baja por enfermedad, llegar tarde 5 minutos al bus de la empresa, tener las habitaciones de sus pisos “desordenadas”, entre otras muchas nimiedades, son también razones suficientes para multarles, cuando no despedirles. Finalmente, lo que OTTO denomina “ayudas sociales” no son más que cuantiosas subvenciones del gobierno holandés y de la Unión Europea para la llamada “OTTO Academy”, de forma que los trabajadores con más de 6 meses de estancia puedan aprender la lengua holandesa. Sin embargo, aunque dichas subvenciones deberían ser incentivos económicos para que los trabajadores asistan a los cursos, la realidad es que OTTO no los paga, es decir, que los trabajadores deben pagárselos del paupérrimo salario que les queda después de todas las deducciones por sanciones, seguro médico y otras primas.
La situación de los trabajadores migrantes en Holanda no es nueva en absoluto y ha sido denunciada por la propia televisión holandesa y diversas agencias. No obstante, la realidad de los trabajadores migrantes no es ni mucho menos distinta en otros países del llamado Primer Mundo y el limbo legal en el que se encuentran muchos de ellos les convierte en presas fáciles de los depredadores capitalistas, en los esclavos modernos subyugados a las reglas del mobbing, posibles víctimas de la siniestralidad laboral que campa a sus anchas en el mercado de la era postmoderna. Las ETT lo saben muy bien y cumplen al pie de la letra su cometido como engranaje de la descentralización productiva, la cual en ultima instancia da lugar a lo que se podría denominar un “desmembramiento” forzoso del proletariado, para regocijo de las cúpulas dirigentes. Porque lo que subyace en el uso de las ETT es la búsqueda de la escisión de la fuerza de trabajo, la destrucción de los vínculos entre trabajadores, que como seres aislados y ciegos van apuntalando cada día los cimientos del capital.
“La asociación del trabajo es la fuente de la productividad social y la separación de los trabajadores es la condición de su explotación” - Karl Marx
Henry Ortega
Secretario Internacional de la FAU-AIT
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